Hace unos días mis compañeros de trabajo me pidieron que escribiese unas líneas sobre la Semana Santa en nuestro blog. Algo a lo que yo rehusé. Sin embargo, algo absolutamente inesperado pasó el sábado santo que sí me gustaría compartir con ustedes;
Sábado de semana santa, un día como cualquier otro. Llegan las 8, hora de los aplausos. Yo estaba en la cocina, pero en ese momento, algo inesperado pasó. Oimos unas sirenas!!!!. En circunstancias normales, sería un sonido urbano más, pero en esta ocasión rompió con el silencio de la calle. Sara y yo volamos a la terraza como si alguien nos estuviera llamando a gritos. Y allí estaban ellos el Cuerpo de Bomberos, parados en medio de la calle con sus sirenas, sus luces y sus uniformes alegrando la tarde a niños y mayores con su sola presencia. Se bajaron del camión y envueltos en aplausos repartieron gorritos de bombero a todos los niños encerrados que se asomaron al balcón.
Desde la calle nos indicaron bajar a la puerta de la urbanización para recoger los gorritos. Sara y yo volamos por las escaleras en zapatillas y casi en pijama, ya que esperar el ascensor se hacía interminable. Recoger aquel valioso regalo no se podía hacer esperar.
Y allí estaba él, un héroe de uniforme entregando 2 gorritos del cuerpo de bomberos a Sara y al niño que vive en el piso de abajo. Esas caras recogiendo el regalo eran dignas de recordar. Admiración y agradecimiento.
Cómo un gorrito de plástico de esos que ni en las ferias se les presta atención, había podido despertar esa emoción en los pequeños?. Ni la PS4, ni la tablet, ni ningún youtuber de moda había conseguido esa expresión en la cara de mi niña en los últimos días.
Y haciendo balance del confinamiento, creo que era algo necesario. Algo que nos hiciera parar y decir “ eh! valora las pequeñas cosas, no todo lo compra el dinero.
GRACIAS BOMBEROS DE MANILVA!!!